Guía para votar: Elecciones 2025 en Chile y Venezuela, fechas, documentos y controversias

El domingo 16 de noviembre de 2025 los chilenos acudirán a las urnas para elegir presidente y representantes parlamentarios, mientras que en Venezuela, el 25 de mayo de 2025, se decidirá el futuro de la Asamblea Nacional tras una convocatoria que generó escepticismo internacional. En ambos países, el voto es obligatorio, pero las condiciones, los documentos aceptados y la transparencia del proceso difieren radicalmente. En Chile, el Servicio Electoral de Chile (Servel) ha publicado una guía clara, mientras que en Venezuela, organizaciones como Transparencia Venezuela denuncian opacidad, falta de publicación de la Gaceta Electoral y una participación forzada por el miedo, no por la confianza.

Chile: Fechas, papeletas y cómo verificar tu mesa

En Chile, la jornada electoral se desarrollará entre las 8:00 y las 18:00 horas, con la posibilidad de extenderse si aún hay electores en cola. El Servel asegura que el voto es obligatorio, pero solo una excusa permite no votar: estar a más de 200 kilómetros del local asignado. En ese caso, se debe justificar presencialmente con Carabineros el mismo día de la votación. No hay opción por correo, ni voto anticipado, ni excepciones por enfermedad o trabajo. Los ciudadanos pueden consultar su mesa y local de votación en consulta.servel.cl o llamando al 600 6000 166. Lo curioso: se aceptan documentos de identidad vencidos hasta un año atrás, aunque el manual no especifica cuáles son válidos —una ambigüedad que podría generar confusión en zonas rurales. Se asume que la cédula de identidad y el pasaporte son los principales, pero no se confirma oficialmente. La distribución de papeletas varía por región. En siete regiones —Arica y Parinacota, Tarapacá, Atacama, Valparaíso, Maule, La Araucanía y Aysén— se entregarán tres papeletas: presidente, senadores y diputados. En el resto, solo dos: presidente y diputados. Los chilenos en el extranjero, por su parte, solo podrán votar por presidente, sin derecho a elegir representantes parlamentarios.

Venezuela: Una elección bajo sospecha

Mientras Chile prepara una elección con reglas claras, Venezuela se enfrenta a un proceso que muchos consideran un simulacro. El Elvis Amoroso, presidente del Consejo Nacional Electoral (CNE), anunció en abril que las elecciones parlamentarias se moverían del 27 de abril al 25 de mayo, alegando "solicitudes de actores políticos". Pero según Transparencia Venezuela, ningún actor opositor tuvo voz real en esa decisión. El cambio de fecha fue unilateral, y la Gaceta Electoral —que por ley debe publicarse para que la convocatoria sea válida— nunca se emitió. El CNE reporta 21.485.669 electores registrados, pero el rector Conrado Pérez mencionó un número ligeramente menor: 21.392.464. La discrepancia de casi 100 mil votantes no fue explicada. Y la participación, según el CNE, fue del 43,18% —pero sobre un universo restringido de "electores activos", no sobre el padrón total. Esto significa que el verdadero porcentaje de participación podría estar por debajo del 30%, especialmente en estados opositores como Zulia, Táchira y Mérida, donde la abstención fue masiva. El sistema electoral venezolano mezcla dos modelos: 149 escaños por lista cerrada con el método d’Hondt, 133 por mayoría en circunscripciones geográficas, y 3 reservados para pueblos indígenas. Pero el resultado fue predecible: el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y sus aliados se llevaron 256 de los 285 escaños y 23 de las 24 gobernaciones. Sin observadores internacionales independientes, sin acceso a los sistemas de cómputo, sin transparencia en la logística, el proceso se asemeja más a una ceremonia de legitimación que a una elección democrática.

¿Por qué esto importa?

Chile y Venezuela están en extremos opuestos del espectro electoral. En Chile, el sistema funciona con normas claras, aunque con limitaciones: el voto obligatorio es un peso, pero también un derecho protegido. En Venezuela, el voto obligatorio es una herramienta de control. La ley lo exige, pero el Estado no garantiza condiciones mínimas de transparencia. Mientras los chilenos pueden verificar su mesa en línea, los venezolanos no saben si sus votos fueron contados correctamente. El CNE no permite auditorías externas. Ni siquiera publica los resultados por mesa. El informe "La ruta de la opacidad-Elecciones regionales 2025" de Transparencia Venezuela revela que Amoroso solo participó en tres actividades públicas en todo el año. No respondió preguntas de la prensa. No dio ruedas de prensa. No explicó cómo se aseguró la seguridad del sistema de votación. En Chile, el Servel rinde cuentas públicas, publica informes detallados y permite acceso a la documentación. En Venezuela, el silencio es la política.

Lo que viene: ¿Qué esperar tras las elecciones?

En Chile, el resultado del 16 de noviembre podría definir el rumbo del país en los próximos cuatro años. Si el candidato de la derecha gana, se acelerará la reforma constitucional. Si gana la izquierda, se profundizarán las políticas sociales. El debate será público, y las instituciones, aunque frágiles, actuarán como contrapesos. En Venezuela, el 25 de mayo no cambiará nada. El PSUV ya controla el poder ejecutivo, legislativo, judicial y electoral. La Asamblea Nacional será una réplica de sí misma: sin oposición real, sin fiscalización, sin debate. Lo que sí cambiará será la percepción internacional. Países como Estados Unidos, la Unión Europea y Canadá ya han advertido que no reconocerán el resultado. La ONU no enviará observadores. Y la comunidad civil venezolana seguirá en el exilio, contando historias que nadie escucha.

¿Y si no puedes votar?

En Chile, la única excusa válida es la distancia. Si vives en una comunidad remota y no puedes llegar a tu mesa en menos de 200 km, debes presentarte con Carabineros el mismo día. No hay justificación por enfermedad, por trabajo, ni por cuidado de hijos. En Venezuela, no hay excusas. No votar puede significar ser excluido de programas sociales, perder el acceso a empleos públicos, o incluso ser citado por la fiscalía. El miedo, no la ley, es lo que mantiene el voto.